"Si no estamos preparados para interpretar, renovar
y reestructurar en forma permanente el conocimiento,
la inversión en recursos y servicios de información
resultarán poco productivas e inclusive, infructuosas."
(Angulo – 1995)*
El término Information Literacy fue acuñado por Paul G. Zurkowski (1974) para referirse a las personas que han desarrollado capacidades en la “aplicación de recursos de información a su trabajo”. La traducción literal de este término propuesto en 1998 por Gómez Hernández "alfabetización Informacional" (y sus variantes) ha provocado diversas posturas en la comunidad de habla hispana que divide aquellos que apoyan su traducción literal y quienes no, permaneciendo aún desacuerdos de la precisión de un término para nuestra región.
La importancia de la adopción de un término que nos identifique afirma Noel Angulo Marcial en su artículoPertinencia del término “alfabetización en información” en el contexto de la bibliotecología latinoamericana1 y sus implicaciones en la educación superior, publicado en la Revista Brasileira de Biblioteconomia e Documentação: Nova Série, São Paulo, v.2, n.2, p.1-20, dez. 2006 - ISSN: 1980-6949, radica entre otras cuestiones en “ definir cuáles son las nuevas habilidades y conocimientos en congruencia con la infraestructura de la información disponible y como influir en las política de información para sensibilizar a los órganos responsables de tal manera que no sólo se incluya la atención a la conectividad sino que se considere y se incorpore formalmente dentro de las políticas del sector educativo la formación para la información, a fin de minimizar el esfuerzo, evitar costos innecesarios y obtener las mayores ventajas posibles de los recursos disponibles.”
Luego del análisis crítico que realiza Angulo en el articulo en relación a la traducción literal concluye que “La acción de promover el desarrollo de la competencia en información puede seguir operando bajo el término de formación de usuarios de la información y no tiene sentido el empleo del término alfabetización en información.”
He de aclarar que el artículo de Angulo fue desarrollado entre los años 2001 y 2005. Si bien comparto la necesidad de lograr una identificación de las dimensiones de la Alfabetización Informacional desde una perspectiva latinoamericana, como también la necesidad que se plantea de hacer evolucionar el concepto ALFABETIZAR, la opción el término en su traducción literal se basa en una mirada mas penetrante que la que nos remite la de Formación de Usuarios de la Información. En el Taller de Formador de Formadores de Granada, en uno de los foros Benito Morales expresa:
1. La alfabetización informacional (ALFIN) es mucho más que aprender técnicas documentales básicas, es mucho más que adquirir conocimientos para manejar información. Implica adquirir estrategias para resolver cualquier problema de información, desde las más básicas, como encontrar una noticia en un periódico, hasta lo más especializadas, relacionadas con la profesión de cada uno. Potencia además, un comportamiento ético ante temas como el plagio y la propiedad intelectual, así como ante los espacios, el personal y los recursos documentales. Y debe despertar una actitud positiva hacia la formación permanente, que la ilusión y necesidad de actualizarse y aprender no se termine al mismo tiempo que la formación académica.
2. La Alfin es mucho más que una actividad de la biblioteca. Representa un movimiento por la transformación de las bibliotecas, para que la función educativa constituya una de los ejes vertebradores de su gestión. Promueve un compromiso con el aprendizaje a lo largo de la vida, y en ese sentido debe convertirse en actor protagonista y dinamizador de cualquier ciudad educadora. Como citaba en una charla "la ALFIN es sin duda un puente para pasar de una desigual sociedad de la información a una inclusiva sociedad del conocimiento".
4. La Alfin no es un tema exclusivo de los profesionales de las bibliotecas. La mayoría de los docentes están muy interesados por estos temas, aunque en el mundo educativo esta terminología no ha calado como en el mundo de la cultura. Se habla de alfabetización digital, tecnológica, informática, tecnológica, etc. (que para mi no son lo mismo). Desde la educación infantil, hasta la formación universitaria, se promueve la realización de trabajos que fomentan la búsqueda y análisis de información. Creo, como conocedor de los dos entornos profesionales, que entre ambos hay un gran desconocimiento de la labor y los problemas que tienen.
4. La Alfin no es un tema exclusivo de una edad o un sector de la población. Ya sea un escolar, un universitario, un jubilado, un emigrante, un ama de casa, etc. Para cada uno de ellos se deben articular programas de formación, adaptados a sus necesidades e intereses formativos. Creo que lo importante es no duplicar esfuerzos entre los bibliotecarios y los docentes sino cooperar. Sin duda las escuelas de adultos pueden ser un contexto estratégico para esta cooperación.
5. La Alfin y la Educación documental no son lo mismo. La Alfin supone un proceso de aprendizaje permanente, como ya he señalado, y la educación documental es un modelo pedagógico, configurado como una enseñanza transversal (es decir, que incide en las pautas didácticas para planificar una asignatura) que tiene como finalidad principal el desarrollo de la autonomía como aprendiz, en un aprendizaje basado en recursos (no en el libro de texto), y en la figura del docente como orientador, más que como fuente. Por tanto la instrucción bibliográfica es parte de la educación. documental, pero no es lo mismo. Implica mucho más.
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